ADIÓS UPENDRA

El 17 de abril de 2013, murió Upendra. Tenía 15 años. Murió en el orfanato Orphan Children Centre de Nepal. Un rayo se lo llevó.

Upendra era un niño bueno, un niño valiente. A Upendra no le llorará su madre, ni su padre, a veces cuando eres tan pobre ni eso te queda. Pero cuando la vida te quita, también te da, y a Upendra la vida a cambio de tanta pérdida le dio un jardín lleno de flores, 25 flores hermosas, sus hermanos, los que compartieron con él sus penas y alegrías, los que cogían su mano siempre y a los que alegraba su vida…porque a pesar de todo Upendra siempre sonreía.

Hoy llueve en mi ciudad, hace cinco días que no para de llover, es como si el cielo de Nepal, le susurrara al resto de cielos que un Rayo caído desde el más allá se llevó a Upendra…y los cielos al enterarse lloraran su pérdida, como la lloramos todos los que le conocimos. Estaba con dos de sus hermanos, y una luz tan grande como solo puede ser la Luz de un Dios, bajó y se lo llevó… muerte de Ángel, de un ser especial, se acabó tu vida, se acabó tu Karma… Ojalá Upendra tu próxima vida te regale toda la dicha que inexplicablemente se te negó en esta.

A quién no le conocisteis os diré que Upendra era el LLeo de polseres vermelles,  en carne y hueso… Un niño que siempre luchó contra todas las adversidades que le trajo la vida, y lo hizo como los valientes. Siendo tan pequeño, nos dio lecciones a todos los que tuvimos la suerte de compartir con el aunque fuera un breve instante, nos dio una lección de vida, de valor y de amor.

Hoy quiero contar su historia a todo aquel que quiera escucharla, que quiera reflexionar sobre cómo vivimos, sobre si tenemos algún derecho a quejarnos de tantas cosas, a amargarnos por nada, o mejor dicho por todo, si tenemos derecho a no sonreír ni un segundo a lo largo de todo un día, si podemos acostarnos hoy, mañana y siempre sin dar las gracias por lo que tenemos, por lo que hemos tenido, por poder ver, por poder comer, por sentir el amor de nuestros padres, hermanos, hijos, o de nuestros amigos…

Hay tantos motivos para estar contentos, pero creo que los olvidamos,… Upendra solamente pudo sobrevivir a todas sus penas, igual que lo hacen sus veinticinco hermanos, porque día a día encuentran un motivo para estar contentos, levantarse y sonreír. Yo pude hacer más, mucho más, por Upendra y por todos los niños del Orphan Children Centre de Nepal… pude a pesar de mis problemas y de los niños y del trabajo, etc, etc… puedo hacer mucho más…, no lo olvidaré, gracias Upendra…

 

Esta carta va por ti…

Hace poco tiempo, me explicaron que los antiguos griegos decidieron colocar en el cielo a cada uno de sus héroes para que nos protegieran. Poco a poco esas estrellas, esas constelaciones, pasaban en su recuerdo a otro mundo, para que nuevos héroes les sustituyeran y  fueran observados por nosotros los humanos. Upendra era un héroe del siglo XXI, y formará parte de mi constelación de héroes en el firmamento, por su alegría, su bondad y su valentía.

Conocí a Upendra hace siete años gracias a mi hija  Anju, y desde el primer día sentí que le quería. Cuando supe de su adiós, lloré, aún no he podido dejar de hacerlo, recé en silencio e hice una puya para desearle una buena reencarnación, pues alguien tan especial, debe tener reservada una vida al menos un poco más fácil. Todos los niños son buenos, ese es el regalo que conlleva la infancia, no tienen malicia y su corazón es puro, después el paso del tiempo y las circunstancias de cada uno, harán del niño un adulto mejor o peor… Upendra no podrá dar ese paso, en ese camino extraño hacia la madurez, el destino decidió que su vida debía llegar a su fin, sin dejarlo convertir en ese hombre que pudo ser, yo estoy segura de que fue su bondad la que hizo que Dios, Buda, Shiva o como le queramos llamar, bajara a buscarlo… y le dijo… Basta Upendra, se terminó el sufrimiento, se acabó… es algo que muchos no podremos entender, pero yo estoy segura de que ese fue  el motivo de su marcha.

Desde mi primera vuelta de Nepal, son muchas las personas que me dicen que siempre estoy contenta… y muchas veces no es verdad, los problemas me invaden como a todos, el sufrimiento también forma parte de mi vida, pero en Nepal, Upendra y todos los demás niños del OCRC me enseñaron a sonreír siempre, o al menos a intentarlo… sean cuales sean las circunstancias de la vida y del dolor que te atormenten en ese momento. Aprendí a sonreír aunque no tengas ganas de hacerlo, así atenúas el dolor, lo haces un poquito más pequeño, y poco a poco consigues que el dolor se haga soportable o simplemente desaparezca.

De Upendrá diré que las adversidades nunca le vencieron.
Con cinco años perdió a su madre, y meses más tarde a su padre, a sus siete años adoptaban a su hermana mayor, sufrió su perdida y su despedida… y sobre los ocho años adoptaban a su hermana pequeña… se quedó solo… pero tuvo la fortuna de ser un niño valiente. Seguramente se preguntó porque no le adoptaron a él, seguramente lloró muchas lágrimas de ausencia, pero nadie las vimos, el solamente se levantaba, sonreía y nos hacia sonreír a todos.  A través de él entendí que la resignación viene acompañada de la rendición, rendirte a la vida, a sus circunstancias, a la lucha, a todo…Upendra, el niño valiente no se resignó nunca… él aceptó todo lo que la vida le trajo, y esa aceptación le hizo levantarse cada día con ojos contentos, mirar un nuevo amanecer de los que solamente pueden verse en Nepal y luchar. Luchar cada día, paso a paso, conformarse con lo que la vida te da y no pensar en lo que te quita.

Upendra tenía una media de 8´5 en sus notas escolares, fruto de su esfuerzo, del valorar y dar gracias por tener la oportunidad de poder estudiar. Cuando abro las decenas de fotos de mis recuerdos donde Upendra aparece, veo  lo  que era para los demás; él podía de una forma extraña hacer que toda su familia nepalí sonriera  también. Era mágico, era un duende, era un niño maravilloso.

La última vez que lo vi, hace dos años, era ya más alto que yo… y su sonrisa era más amplia también…

Echaba mucho de menos a sus hermanas, yo lo sabía, le traje fotos de la pequeña, de la que no había vuelto a saber nada desde el día que se fue del Orfananto… Cuando abrí el ordenador, sus ojos estaban expectantes, estaba ansioso, desesperado por ver otra vez a su hermana, y cuando la vio… entonces entendí su grandeza… A Upendra se le llenó el corazón de alegría ajena, su hermana estaba guapa, sonreía, estaba contenta…, él sonreía incrédulo, no podía creer que su hermana fuera esa niña tan guapa, que hubiera crecido tanto… Upendra era feliz por ella, a través de ella… estaba contento de su felicidad, de su nueva vida, de su oportunidad… Jamás le conté que su hermana estuvo un año sufriendo mucho por haberse separado de él, de su hermano, entendí a la pequeña… entendí porque le lloró tanto, lloraba la pérdida de su hermano,  del niño con un corazón valiente, bueno y  simpático.

Reímos juntos, me ofreció un plátano, todo lo que tenía para merendar… generoso de alma y corazón… y entonces le hice una promesa… Le prometí que el día que fuera mayor de edad y tuviera pasaporte le traería a mi casa, le enseñaría el mar y le llevaría con sus hermanas… Sé que le hice feliz.

Jamás cumpliré mi promesa Upendra, no podré hacerlo, pero si puedo a través de esta carta cantar al mundo tus proezas, tu bondad y tu generosidad de alma.

La vida de las personas queda determinada por un montón de cosas, el lugar donde nacemos, determina una buena parte de nuestras opciones en la vida, las decisiones que tomamos en nuestro camino nos hacen lo que somos, pero en Nepal me enseñaron que, partamos de donde partamos, depende de nosotros ser felices.

Hoy te digo Upendra, hasta siempre, y sobre todo te digo gracias, gracias por cada uno de tus momentos. Cuando cese esta tormenta y pueda ver las estrellas, miraré el cielo rodeada de mi familia, entre todos buscaremos una estrella a la que pondremos tu nombre, y espero que a través de esta historia y de esa estrella, mis hijos y los hijos de mis hijos, cuando miren al cielo te recuerden y unos a otros se cuenten tu historia, y cuando lo hagan, simplemente sonrían al recordarte.

ADIÓS UPENDRA,

HASTA SIEMPRE. 

Cristina, Jordi,  Max,  Anju, Eduardito, Aina y Julia.

Fundación Privada OkumeAZ

TodoPorquerrías  

Y todas las personas anónimas que  quieran forman parte de esta historia… con todos los niños del Orfanato Orphan Children Rescue Centre de Nepal, este vídeo es para todos ellos.