Jordi me enseñó que el Okume era un árbol grande, crece en Gabón (Guinea Ecuatorial), llega a los 40 metros de altura y el diámetro de su tronco es de entre 1 y 2,5 metros. Un árbol hermoso y a la vez fuerte y majestuoso.

Este año, después de  trabajar a su lado, día a día durante mucho tiempo, al ver el Proyecto del aula de informática finalizada, he tenido la sensación de que un OKUME imaginario, mágico, se asentaba en las tierras de labranzas de los niños del Orphan Children Rescue Centre.

Este árbol mágico, OKUME, con su enorme tronco y raíces seguras, transmite a los niños la seguridad de aferrarse a un futuro que antes era para ellos como una noche oscura, cada rama de este árbol formada por todos los padrinos, se me imagina como una mano que se alarga para coger la de aquel niño que espera mirando al cielo una mano amiga que le acompañe, o que simplemente le brinde una sonrisa.

Hace ya ocho años que visité por primera vez  el  O.C.R.C.  y no he compartido con los niños todo el tiempo que me hubiera gustado. Aún así, me doy cuenta que he sido testigo de sus vidas, de sus cambios. Este año he visto a Milan, a Guita, a Krishna, a Nabin hechos unos hombrecitos, a Guita hecha  una mujer, igual que a Muna y a Manju.

Mirándolos sentada en la cocina del Orfanato, apenas podía contener las lágrimas, emoción, alegría, tristeza, reflexión… una mezcla de todo, imagino. Estar aquí y observarlos, supone una lección de vida, me enorgullece conocerlos,  me maravilla  todo lo que han conseguido y consiguen día a día a través de su esfuerzo, de su constancia. Andan consciente o inconscientemente, no lo sé, por ese camino por el que a todos los padres nos gustaría ver andar a nuestros hijos, el camino de la responsabilidad, del saber estar, el camino del esfuerzo y la superación…. Se han convertido en unas personas maravillosas y eso, a mí en particular, me llena el corazón de alegría.

El Nepal que conozco cada vez me resulta más maravilloso, estoy profundamente enamorada de este País, pero sobre todo, de todos y cada uno de los niños del OCRC. Sus besos, sus caricias, sus palabras, sus abrazos, llenan mi alma de paz y de sosiego. Doy gracias a la vida por haber podido conocer todo esto.

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Cada año veo muchos cambios, a las niñas pequeñas les crece el pelo y están preciosas, los no tan pequeños van creciendo. Cuando recuerdo a Bom, siempre sonrío, y lo hago, porque durante dos años que fui a Nepal siempre llevaba el disfraz de Spiderman… me encantaba, siempre sonreía… este año estaba serio, responsable, discreto, a veces el tiempo se hace tan corto allí que no tuve más tiempo para hablar con él y  aunque nunca se lo diga abiertamente, le quiero mucho.

Teck, el gran estudiante hoy en día del OCRC, todos los padres querríamos un niño así. Dulce, introvertido, tímido, pero a la vez simpático…
Dharmajit, Sajan… junto con Teck, son los tres mosqueteros del OCRC. Dharmajit y Teck cuidan el OCRC como si fueran hombres, y solamente tienen 16 años, y lo hace tan bien que solo hay que aplaudirles.
Kopila, Asmita, Budhamaya… que guapas!!!
Bickas y todos los pequeñajos… maravillosos.

Este año hemos podido realizar por fin el proyecto del aula de informática, y si existiera un regalo que pudiera hacer, sería el de poder transmitir y  compartir la alegría e ilusión de todos los niños cuando vieron su aula informática. Creo que nada en la vida puede ser mejor que ser un simple observador de la felicidad ajena… y ha sido mucha felicidad la que hemos visto, solamente escuchábamos “Thank you” (gracias)…. Ante tanto agradecimiento, ilusión y alegría, todos los esfuerzos, pasan a ser grandes satisfacciones.

Sin los Padrinos conseguidos este año nada de esto hubieses sido posible, por lo que aprovecho para darles a todos y cada uno las gracias desde lo más profundo de mi corazón. Creo que ningún Padrino puede imaginar lo importante que puede llegar a ser para ese niño. Yo tampoco lo sabía, pero estando a su lado, viendo como me pedían que  tradujera sus cartas al castellano, la ilusión con la que dibujaban para vosotros, sus preguntas, etc… me ha hecho entender lo que significa que alguien que vive muy lejos se preocupe por ellos, tener alguien a quien importes, lo conozcas o no, es realmente maravilloso, y eso les tiene maravillados.

Tengo que decir, que no he sido nunca muy amiga de la Televisión, pero en Nepal he descubierto que es mágica. Gracias a la Srta. Rosa Corral  hemos podido comprarles a los niños del OCRC una televisión, lo que ha supuesto una auténtica revolución…

El Sábado, único día festivo para los niños, y supervisando los horarios Dharmajit y Sajan… los niños se sentaban delante de la televisión y como en un cine, miraban una película de Bollywood. Al mirarlos, vi en sus caras la sonrisa del que se ve como protagonista de la historia… ellas las chicas perfectas y guapísimas… y ellos, de chicos malotes, estupendos, que siempre acaban enamorándose de ellas y convirtiéndose en los mejores hombres del mundo. Pelis de ensueño, si, pero me encantó ver como soñaban, como olvidaban todo y soñaban con ese mundo de príncipes y princesas con el que todos hemos crecido. Gracia Rosa porque a través de la televisión les has regalado instantes en un mundo mágico, dónde no existen las penas, ni las miserias, ni los problemas… la televisión los transporta a un mundo de sueños, de música y de colores… Ojalá ese sueño sea una realidad para todos en un futuro.

OKUME AZ, continúa su labor, y el año que viene tenemos previsto otro gran proyecto en el OCRC.

No puedo acabar esta carta sin dar las gracias al Centre de Estudis Jaume Balmes, por su soporte en este Proyecto, y a mis tres maravillosos compañeros de viaje: mi pareja, Jordi Seuba, Director General de esta Fundación, “Gracias por soñar conmigo”, sin ti, nada de esto hubiera sido posible; Jorge Calvin,  “Gracias por tener ese corazón”; y  Anju “Gracias hija mía, por llamarme a través de los sueños y hacerme conocer este maravilloso País”. Os quiero mucho a los tres. Gracias.

Cristina Martí, socia y colaboradora de la Fundación OKUME AZ